El acuerdo de París sobre cambio climático, un mes después (I)

El 12 de enero se cumple un mes desde que se adoptó el Acuerdo de París sobre cambio climático y, como avancé en mi entrada de hace unos días, voy a dedicar el primer post con contenidos del blog en 2016 a valorar el acuerdo, incorporando a mi narrativa las opiniones de (fundamentalmente) otros economistas que se han pronunciado durante las últimas semanas. He decidido dividir esta entrada en dos partes para evitar un tamaño excesivo, dejando para la segunda mi interpretación personal del acuerdo con el feedback que presento en ésta.

Creo que no es el momento de entrar de forma detallada en los contenidos del acuerdo, ya sobradamente difundidos hace un mes, pero quizá sí de indicar lo nuevo y lo no tan nuevo. Lo nuevo es sin duda la cobertura, que alcanza a todos los países dispuestos a mitigar sus emisiones, su carácter voluntarista, y el énfasis en la verificación y transparencia. Lo no tan nuevo tiene que ver con las características abajo/arriba, los objetivos ambientales exógenos, la importancia de la adaptación y el establecimiento de fondos distributivos que permitan visualizar las responsabilidades comunes pero diferenciadas, todo ello originado en cierta medida en la teóricamente fracasada COP de Copenhague.

COP21_participants_-_30_Nov_2015_(23430273715).jpg

Foto: Wikipedia

Lo que sí merece la pena recordar es el importante impacto político-mediático de la COP de París. La foto de grupo del primer día de la cumbre, justo encima, es especialmente impactante: nunca se habían juntado tantos jefes de estado/primeros ministros en un acto. Y la cobertura de los medios de comunicación ha sido también significativa, incluso en un país como España en el que este tema no está claramente entre las principales preocupaciones socio-políticas hoy. Y lo digo con conocimiento de causa: si vais a mi web podréis ver todas las radios, televisiones y periódicos a los que he tenido que atender las dos primeras semanas de diciembre, nada comparable a años anteriores.

En cierta medida, el cambio climático sigue en la agenda un mes después por los fenómenos meteorológicos extraños que estamos viviendo. Este fin de semana, por ejemplo, ha continuado la lluvia intensa de las últimas semanas en Galicia (en tres días ha llovido en muchos puntos tanto como la media histórica del mes de enero, después de un otoño muy seco y cálido); ya hemos visto los desastres del norte de Inglaterra y fenómenos inusuales se multiplican desde Argentina a la India y del Polo Norte (donde hace unos días la temperatura subió de forma excepcional por encima de los 0ºC cuando los valores habituales se sitúan 20 grados por debajo de esta cifra) a California. Es verdad que no debemos atribuir individualmente estos fenómenos al cambio climático pero, como ha indicado en varias ocasiones nuestro reputado investigador afiliado Juan Añel, las probabilidades de que este tipo de eventos se produzcan se han elevado considerablemente con el aumento de concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero. En cualquier caso, el interés mediático refleja la percepción pública del problema que, tal y como reconocía Martin Weitzman en una reciente visita a Florencia, será la única manera de lograr que se pongan en marcha estrategias efectivas contra el cambio climático.

Pero volviendo a la cumbre de París, el mencionado despliegue político-mediático no siempre fue bien recibido: en su blog personal Pedro calificó la cumbre como un «circo» sin avances significativos. Una opinión similar pudo leerse en la entrada de Antonio Cabrales en nadaesgratis, en la que el acuerdo se califica de «inútil» en su título. ¿Cómo de extendida está esa interpretación negativa del Acuerdo de París? Francamente creo que poco, incluso fuera del ámbito académico. Las organizaciones ecologistas más representativas, por ejemplo, recibieron con moderada satisfacción el resultado (véase el comunicado de Greenpeace). Bloomberg, que inicialmente habló de fiasco, posteriormente se unió a la interpretación estándar: un paso adelante. Y hablando con los representantes de dos de nuestros socios empresariales que estuvieron muy activos en la cumbre, Acciona e Iberdrola, la valoración es igualmente positiva.

Pero quizá es especialmente sorprendente, al revisar las reacciones, la unanimidad entre los (principalmente) economistas académicos que trabajan en este campo y han hecho pública su opinión. Ottmar Edenhofer, ex-presidente del grupo 3 del IPCC, define al acuerdo como un cambio fundamental que hay que aprovechar. Rob Stavins solo ve aspectos positivos en lo acordado y Nicholas Stern habla de un punto de inflexión histórico en El País de hace unos días. Muy indicativo es también el tono optimista de David Victor, muy poco dado habitualmente a este tipo de interpretaciones, que sugiere que el acuerdo conseguido es superior a aproximaciones basadas en obligaciones y sanciones. Carlos Duarte, uno de los científicos españoles más reputados en este campo, al que escuché en la Cadena Ser este fin de semana, califica el acuerdo con un 9 sobre 10 por su aproximación descentralizada, el fin de la influencia de los clima-escépticos, y su promoción implícita a tecnologías bajas en carbono.

Durante los últimos meses hemos organizado en FSR Climate un extenso conjunto de actividades vinculadas a la COP de París, con presencia entre otros de Tirole, Stern, Weitzman, el negociador climático jefe de la Comisión Europea, o del director ejecutivo de la Agencia Ambiental Europea, y que os animo a consultar. Entre ellas se encuentran la moderación de un evento paralelo en la propia COP sobre el mercado europeo de comercio de emisiones y un debate online sobre los resultados de la cumbre. El debate, con tres académicos muy representativos en esta área en Europa (Carlo Carraro), China (Xiliang Zhang) y EEUU (Joe Aldy) y una audiencia global muy participativa, mostró de nuevo una gran unanimidad en los avances de París, con escasas matizaciones.

Con este bagaje, en los próximos días subiré la segunda parte de este post. Básicamente en ella ofreceré, citando a buena parte de los autores aquí mencionados, mi interpretación sobre las luces y las sombras del acuerdo desde una perspectiva económica. Para ello me centraré en la integridad ambiental del acuerdo, el papel de los precios, los aspectos distributivos, y la gestión del problema ‘free-rider’. Puedo avanzar que seguiré los argumentos apuntados en un artículo de opinión escrito minutos después de la adopción del acuerdo para El País y en una entrevista en La Voz de Galicia unos días más tarde para justificar que el resultado de París supone un significativo paso adelante pero está lejos de ser la solución óptima.