Globalización, desigualdad y cambio climático

Probablemente el tema de esta entrada sorprenda a algunos de nuestros lectores, acostumbrados a posts más centrados en el ámbito energético. Y sin embargo voy a intentar argumentar que muchas de las cosas de las que habla ‘In the Same Boat’, una película dirigida por Rudy Gnutti, están relacionadas con lo que hacemos en el centro.  La película está así muy interesada, entre otros temas, en los aspectos distributivos de la globalización y las cuestiones de equidad siempre han estado muy presentes en Economics for Energy y su blog. Pedro, por ejemplo, ha dedicado sus últimos posts a la energía ‘democrática’ o al bono social eléctrico, y mis trabajos de investigación siempre suelen poner el acento en la distribución: por ejemplo en la reciente reforma energética mexicana o en la aplicación de la fiscalidad energético-ambiental en España. Sin olvidar que el cambio climático, al que tantas veces nos hemos referido en este blog, es un problema global y a la vez exacerbado por la globalización. Esta entrada, además, surge de la invitación de Rudy a participar con él en un debate al final del estreno de su película en Galicia hace unos días.

inthesameboat

Creo que Gnutti se enfrenta a un tema complejo, con muchas aristas difíciles de alinear de forma sencilla y que, sobre todo, se encuentra en un entorno muy ideologizado y polarizado. Y sin embargo la película rezuma frescura, visiones equilibradas de académicos, intelectuales y gente de la calle, e intenta relacionar los diversos problemas de la globalización y apuntar posibles soluciones. Es quizá en esto último donde echo en falta algo más de metraje y reflexión, aunque el director me confesó que tuvo que prescindir de bastante material por falta de espacio.

En pocas palabras la tesis de la película/documental es que, por primera vez en la historia de la humanidad, nos encontramos (conscientemente) en el mismo barco gracias a la globalización, pero que ese barco no tiene quien lo maneje y pueda evitar los probables accidentes que se vislumbran en el camino. El capitán ausente sería una metáfora del inexistente gobierno mundial y los peligros que acechan serían las disfunciones socio-económicas ocasionadas por el desarrollo tecnológico, la globalización de las actividades económicas y los desastres ambientales asociados a un uso excesivo de los recursos naturales planetarios.

Es verdad que la globalización genera problemas pero no debemos olvidar, como indica Tony Atkinson en la película, que ésta ha permitido sacar a cientos de millones de personas de la pobreza en los últimos años (algo inédito en la historia humana). Por el contrario la emigración de las actividades productivas, junto a los efectos de las nuevas tecnologías, están perjudicando a las clases medias de los países avanzados y de ahí la reacción política que estamos observando a nuestro alrededor estos últimos meses. La película, sin citarlo expresamente, parece ver este fenómeno como otro de los peligros a la vista porque ya no viajamos en botes separados que puedan gestionarse de forma independiente y pretender hacerlo es como intentar poner barreras a la marea.

Evitar una reacción política empobrecedora (globalmente) y problemática no es fácil porque la globalización está llevando a una polarización de la riqueza (bien conocida tras las aportaciones de Piketty) y la renta en las sociedades contemporáneas. En el caso de la renta esto tiene fundamentalmente que ver con las disrupciones que generan las nuevas tecnologías, haciendo innecesarios (redundantes en palabras de Bauman) a muchos trabajadores y favoreciendo a los mejor formados para el nuevo contexto tecno-económico. Otra razón es la apropiación, apuntada por Mazzucatto en su entrevista, de los beneficios de la innovación por parte de una minoría, si bien ésta ha sido posible en buena medida a través del apoyo público (esto es, los impuestos de todos). La solución recogida en la película es la denominada renta básica universal, que permitiría garantizar un umbral mínimo de bienestar a los perjudicados por la globalización, redistribuir los beneficios de la innovación apropiados de forma desigual y quizá favorecer un consumo compatible con un planeta limitado.

No soy un experto en renta básica universal, pero hubo algunas intervenciones en el documental que dejaron claro que el sistema no implicaría agregar sin más una renta al sistema actual de prestaciones sociales. Se trataría de reorganizar todo el esquema de ingresos y gastos públicos para permitir que haya un nivel mínimo de ingresos que sea compatible con un trabajo cada vez más escaso (por el efecto de la globalización e innovación) pero introduciendo los menores desincentivos a las decisiones de formarse, trabajar e invertir. De forma muy ilustrativa, uno de los entrevistados en la película habla de esta idea como «la vía capitalista hacia el comunismo».

Todo lo precedente me lleva a aterrizar en temas más próximos. En primer lugar subrayando la necesidad de una aproximación global al deterioro ambiental pero también a una fiscalidad que permita financiar una renta básica universal u otro esquema redistributivo que mitigue los efectos de la globalización. En caso contrario las actuaciones estratégicas de los países harán fracasar cualquier intento, como ya hemos observado con la competencia internacional destructiva en el ámbito de la imposición directa o las dificultades del voluntarismo en los acuerdos climáticos internacionales. En segundo lugar, sobre la necesidad de evaluar los efectos distributivos de nuestras actuaciones en el campo energético-ambiental en este entorno.

Así, en muchas ocasiones existe un trade-off entre eficiencia y equidad que debe tenerse en cuenta en el diseño de políticas y de mecanismos compensadores. Esto es evidente en el ámbito de la imposición energético-ambiental, que puede agravar fenómenos de pobreza energética o ser soportada de forma regresiva. Sin embargo, debemos extender nuestra atención a otras cuestiones: en un reciente post, Borenstein se refiere al creciente debate sobre la denominada justicia ambiental y el uso de aproximaciones de precio en el control de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este mismo orden de cosas, en FSR Climate estamos empezando a analizar las sendas de evolución de la renta y el consumo de distintos bienes energéticos en varios países desarrollados y nos encontramos con un fenómeno muy preocupante desde el estallido de la crisis: reducción de consumos y aumento de rentas en las decilas superiores (más ricas) con respecto a las inferiores. Parece que también en nuestro campo está operando una apropiación desigual (a la Mazzucato) de las ventajas de la innovación en eficiencia energética y renovables, muchas veces financiada a través de sistemas públicos de apoyo.

Me quedo con una lección de este interesante documental:  es imprescindible pensar en la globalización y sus problemas distributivos cuando definamos las políticas energético-ambientales del futuro y analicemos sus efectos. Y, sin embargo, sale reforzada mi opinión sobre una imposición energético-ambiental globalmente coordinada para afrontar la transición a las sociedades bajas en carbono. No solo conseguiremos con ella reducir el volumen de recursos consumidos y fomentaremos la innovación verde sino que lo haremos obteniendo fondos importantes  para financiar la redistribución a que tanto se refiere In the Same Boat. Un instrumento, en fin, que puede marcar la vía capitalista al desarrollo sostenible.

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