El World Energy Outlook 2020

Este año el WEO es distinto. Primero, porque estamos en medio de una pandemia, y la IEA ha dedicado mucho de su informe anual a discutir los posibles efectos del COVID, mirando en detalle a los próximos 10 años. Pero, segundo, porque al igual que hacía el BP Outlook, porque por primera vez plantean un escenario de neutralidad climática 2050.

Respecto al impacto del COVID, no tienen claro si será un obstáculo para la transición energética, o un catalizador que la acelere. Algo muy razonable, dado que el impacto a largo plazo realmente dependerá no tanto de la pandemia en sí misma, sino de cómo se usen los fondos de recuperación…En este sentido, el WEO sí subraya la oportunidad histórica a la que nos enfrentamos en el diseño de los programas de recuperación.

El impacto a corto plazo está en la línea de lo previsto ya el año pasado (aunque habrá que ver el efecto de los rebrotes): reducciones del 5% de la demanda, y del 7% de las emisiones. El impacto es mayor en la inversión, sin embargo: un 18% de caída, seguramente por la incertidumbre.

A partir de aquí, el WEO dibuja cuatro posibles escenarios: tres «convencionales», STEPS (una BAU realmente, por mucho que se empeñen en decir que no), DRS (donde la pandemia causa más daño económico, recuperándose las economías sólo en 2023), y el ya conocido SDS (desarrollo sostenible). A estos suman por primera vez uno de neutralidad climática en 2050 (que por tanto podría considerarse similar al 1.5 del IPCC, aunque con menos emisiones netas negativas).

Sus estimaciones de crecimiento de la demanda para 2030 son de un 9% en STEPS, y un 4% en DRS. Suponen un crecimiento del PIB global del 2,6% en DRS (igual al estimado por BP). La crisis también supone que aumenta el número de personas sin acceso a la electricidad, revirtiendo en parte la tendencia positiva de los últimos años. Esto evidentemente no contribuye a alcanzar los ODS

En cuanto a las tecnologías: la solar se convierte en la reina de la generación eléctrica, seguida por la eólica. Aunque esto implica que habrá que invertir mucho en redes (un 80% más de inversión en la próxima década que en los últimos 10 años), lo cual para algunas utilities en países en desarrollo puede ser complicado (supongo que están pensando fundamentalmente en la India). Es interesante el gráfico que muestran sobre cómo los ingresos de la red están bajando en todo el mundo por el COVID (algo que en parte tiene que ver con esa estructura perversa de tarifas variables).

El carbón cae (aunque menos que en BP), pero el petróleo no cae tanto (al contrario de lo que cree BP) salvo que cambien mucho las políticas (en el escenario SDS). En el gas, en cambio, ven más incertidumbres, fundamentalmente sobre la demanda en Asia. El papel que ven para su combinación con CCUS también es muy inferior al que prevé BP.

En cualquier caso, lo que sí anticipan es una reducción importante del valor de las petroleras, con las correspondientes consecuencias sobre el presupuesto de los países productores, y sobre las perspectivas de los inversores (que siguen haciendo falta para producir el petróleo necesario, incluso en las transiciones más rápidas).

Y, más importante: aunque al principio decían que no tienen claro el impacto del COVID, todavía ven al mundo muy lejos del escenario sostenible. Salvo, claro, que se cambie el paso y se implementen planes de recuperación sostenibles que inviertan en eficiencia, renovables y redes, como el que propusieron junto con el FMI.

La descarbonización del sector eléctrico está al alcance, pero los verdaderos retos están en la industria, el transporte de larga distancia, y en la aceptación pública. Esto es aún más evidente en el escenario de neutralidad 2050, que requerirá cambios drásticos a nivel global en los próximos 10 años. Por ejemplo, lograr que la electricidad renovable sea un 75% en 2030 o que el 50% de los vehículos nuevos de pasajeros sean eléctricos. Además: electrificación, eficiencia masiva, cambios de comportamiento, hidrógeno y nuclear. Con la correspondiente inversión, claro, que tendrá que ser de bajo coste en los países y comunidades que más lo necesiten.

La IEA acaba con un mensaje muy directo, pero a la vez, muy preocupante: es imprescindible que los gobiernos lideren este proceso. ¿Tendremos a los líderes que necesitamos para lograr el consenso necesario para ir en esta, muy necesaria, dirección?

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