El cambio climático después de Bonn: urgencia y equidad

Traducción del artículo publicado hoy en La Voz de Galicia:

A finales de cada año los países que conforman la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático mantienen su reunión principal, conocida técnicamente como COP y coloquialmente como cumbre climática. Algunas de ellas son cruciales, como la de París de hace dos años, la de Copenhague de hace ocho o la que se celebró en Kioto la finales de los noventa y dio nombre al famoso Protocolo. Otras reuniones son menos importantes, aunque el proceso internacional de lucha contra el cambio climático es tan complejo y crece a tal ritmo que es difícil hablar de cumbres ‘de trámite’.

Para algunos la cumbre celebrada estos días en Bonn, bajo presidencia de las Islas Fidji, suponía simplemente un paso intermedio en el desarrollo del Acuerdo de París. El objetivo fundamental sería extender los artículos de ese acuerdo, muy genéricos, para obtener un documento legal en la próxima cumbre (a celebrar en Polonia) que permitiera el funcionamiento adecuado del régimen de París. Y, sin embargo, se colaron algunas novedades importantes en una cumbre teóricamente poco relevante.

En primer lugar, cobró relevancia de manera muy notoria el papel no técnico de la reunión, de manera que la cumbre de Bonn fue estos días sobretodo un lugar de anuncios políticos importantes y de constitución de alianzas entre gobiernos, empresas y ONGs para facilitar la transición a una economía baja en carbono. En segundo lugar, esta COP supuso una vuelta a las grandes discusiones sobre responsabilidades diferenciadas entre países, algo que parecía en un segundo plano después de la aproximación generalista de París. Representando a los lugares ‘super-vulnerables’, Fidji dejó claro desde el principio que iba a jugar un papel tractor en el desarrollo de mecanismos compensatorios de los daños ocasionados por el cambio climático, vistos con desconfianza por el mundo desarrollado, y que iba a insistir en la necesidad de reforzar los fondos internacionales de mitigación y adaptación. China, un agente crucial en las discusiones sobre cambio climático después del abandono de la administración Trump del Acuerdo de París, recela por su parte de las exigencias de transparencia y comparabilidad de reducción de emisiones por parte del mundo desarrollado (otro de los objetivos en esta cumbre) y dice defender con esta actitud las aproximaciones voluntarias como garantía de responsabilidades diferenciadas para los países menos ricos.

Otra importante novedad en Bonn fue la sensación de urgencia respecto de las acciones necesarias para combatir el cambio climático. La evolución de las emisiones y de los daños está siendo bastante peor del esperado, sabiendo que éstas los alejaban ya de los objetivos de París (aumento de 2ºC de la temperatura), y requerirá ajustar fuertemente las aportaciones voluntarias comunicadas por los distintos países hasta el momento. El proceso, conocido como ‘diálogo facilitador’, ha de culminar también en la próxima COP y de ahí la necesidad de acordar mediciones comparables entre países en esta cumbre.

En consecuencia, los próximos meses deben recoger avances técnicos y múltiples evaluaciones de dónde estamos exactamente y qué margen de maniobra existe para conseguir los objetivos de París. En este sentido, el debate sobre el fin del uso del carbón surgió con fuerza y dio lugar a anuncios gubernamentais (alianza de países) y empresariales sobre el abandono de esta fuente de energía tan negativa desde un punto de vista ambiental. Alemania, un líder climático indiscutible en otras cumbres pero hoy muy dependiente de la generación eléctrica con carbón a causa de una transición energética acelerada que prescindió de la energía nuclear, y España, donde seguimos quemando carbón para producir electricidad cuando hay alternativas más limpias disponibles en el sistema, quedaron ciertamente en evidencia.

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