Precios al CO2 vs políticas de innovación

Un interesante debate que está teniendo lugar a nivel global recientemente es cómo debemos implementar los acuerdos de París, y si debemos apostar más por un precio al carbono o por políticas de innovación tecnológica. Y es que el reto al que nos enfrentamos si queremos alcanzar los objetivos de París (y no digamos ya los 1,5ºC) es enorme. Transformar nuestros sistemas energéticos no es sólo cuestión de promover las renovables, sino que debemos ir mucho más allá, sobre todo en países en desarrollo).

A este respecto, me parece muy interesante la discusión que ha tenido lugar estos días en las webs americanas entre Varun Sivaran, Teryn Norris, y Joe Romm. Los dos primeros defienden la necesidad de estimular el desarrollo tecnológico. Básicamente, lo que dicen (y yo estoy de acuerdo) es que hay todavía pendientes muchos desarrollos técnicos y económicos en el sector eléctrico o en el del transporte, que no basta por ejemplo simplemente impulsar el despliegue de las renovables, porque por ejemplo un sistema eléctrico 100% renovables necesitaría también avances muy importantes en el almacenamiento, o bajadas de costes en las tecnologías de generación. Porque podemos estar cerca de alcanzarlos, como dice Vicente López-Ibor, pero todavía nos queda algo de camino. A partir de ahí pasan a describir las políticas que, en su opinión deberían implantarse, y que son muy similares a las que nosotros ya proponíamos en nuestro informe de 2012.

Pero Joe Romm ataca a Sivaram y Norris (también a Bill Gates), básicamente pidiendo menos énfasis en la innovación y más en el precio al carbono (algo que realmente ellos también proponen). El caso es que los dos tienen razón: hace falta claramente un precio al carbono que haga reaccionar la demanda. Pero sin las tecnologías adecuadas a la escala necesaria, y sabiendo que la señal de precio no siempre es suficiente, también hace falta el desarrollo tecnológico. Al final, y como ya decía el otro día hablando de las políticas de renovables en España, lo importante es el consenso. Andy Revkin dice que tenemos que aprender a ponernos de acuerdo (qué aplicable justo ahora a España, ¿verdad?). Lo que no tiene sentido es que cada parte siga defendiendo sus intereses y descalificando al contrario en lugar de construir un proyecto común en algo tan importante como esto.