La COP26 arroja unos resultados importantes, incómodos, e insuficientes

Como en otras ocasiones, tenemos la suerte de que Miguel Ángel Muñoz, que ha estado participando en la COP26 estas últimas dos semanas, nos ofrezca su visión sobre los resultados de la reunión.


Sin ninguna duda esta Cumbre Climática de Glasgow (COP26) ha sido una de las más esperadas desde la COP21, de la que saldría el Acuerdo de París. Tras casi dos años de multilateralismo climático virtual, marcados por una pandemia global y una urgencia climática cada vez más apremiante, se hacía cada vez más evidente la necesidad de volver a hacer de la COP un foro “físico” donde negociar acuerdos, proponer soluciones e ilustrar los impactos negativos que muchas comunidades están ya sufriendo por la insuficiente acción climática.

Los resultados alcanzados son importantes, como no podría ser de otra manera, el Pacto Climático de Glasgow, mantiene relativamente “estable dentro de la gravedad” el escenario que permitiría limitar el aumento de la temperatura global a 1,5oC, con un lenguaje que destaca la necesidad de abordar este escenario para evitar efectos devastadores a través de una reducción global de emisiones del 45% en 2030 como paso intermedio a alcanzar  emisiones netas nulas a mediados de siglo.

Ante la evidente falta de acción a corto plazo, el Pacto también hace un llamamiento a los países a presentar una nueva ronda de objetivos y planes climáticos a lo largo del próximo año ,tanto a 2030 como con horizonte 2050.

Se incluye por primera vez en una Decisión formal de cierre de una cumbre climática un lenguaje claro a favor de la reducción del carbón y de los subsidios “ineficientes” a los combustibles fósiles. Este último adjetivo genera muchas dudas y puede servir para debilitar el compromiso.

Desde el punto de vista de las negociaciones formales, es muy importante el acuerdo alcanzado en materia de transparencia y en horizontes comunes para los planes climáticos de los países (conocidas como NDCs en la jerga climática), que permitirá que los países presenten información homogénea y transparente sobre sus emisiones y la evolución en sus compromisos. Algo sin duda importante para iniciar una espiral positiva de confianza entre los países a la hora de presentar planes. También es destacable: el lanzamiento del proceso del “Diagnóstico global” (o Global Stocktake) que tendrá lugar en 2023, el plan de trabajo para establecer un nuevo objetivo de financiación climática en 2025 o el plan de trabajo de dos años para establecer un objetivo global de adaptación, entre otras cuestiones.

El famoso Artículo 6, un marco global para generar y transferir certificados de reducción de emisiones, también ha sido un resultado esperado durante años. Aquí se sientan las bases de la gobernanza y la arquitectura de este sistema de transferencias internacionales de certificados de reducción de emisiones entre partes (con los correspondientes ajustes en sus contabilidades internas, definiciones metodológicas…) y se acuerdan las guías generales del “nuevo mecanismo de desarrollo limpio” (Articulo 6.4) que permitirá emitir unidades de reducción de emisiones a través de actividades o proyectos en países en desarrollo, que acrediten una reducción adicional de emisiones y su alineamiento con el desarrollo sostenible.

Han sido sin duda muy importantes los anuncios, declaraciones, campañas y alianzas que se lanzaron en la cumbre de líderes de la primera semana y a lo largo de los días temáticos sobre energía, transporte, finanzas… Probablemente haya sido una de las cumbres con más compromisos y anuncios presentados. Los principales ámbitos han sido: el apoyo al escenario de 1,5oC, el cierre del carbón (muy vinculado a transición justa), el desarrollo y colaboración en tecnologías limpias, la reducción de emisiones de metano, las cuestiones relativas a divulgación y transparencia de las acciones de sostenibilidad, la financiación climática y la adaptación.

Desde el punto de vista político ha sido muy relevante la Declaración China – Estados Unidos para reforzar conjuntamente la acción climática en el marco del escenario de 1,5oC, en torno a cinco ámbitos de actuación: regulaciones y estándares para promover intensas reducciones de emisiones en esta década, transición hacia un modelo energético limpio, electrificación de usos finales, economía circular y tecnologías para capturar CO2 de la atmósfera (CCS y captura directa de CO2).

India también ha sorprendido positivamente con un fuerte anuncio de crecimiento renovable a 2030 (500 GW de energías limpias para ese año) y su objetivo de neutralidad climática a 2070.

Según la Agencia Internacional de la Energía, el cumplimiento de todos estos anuncios podría llevarnos a un incremento de la temperatura global a 2050 de 1,8oC. Todo ello partiendo de un análisis en el que el 90% de la economía mundial está cubierta por objetivos de emisiones netas nulas a mediados de siglo.

Por desgracia, todo este impecable relato tiene detrás “una verdad incómoda” que intentaré desgranar de forma sintética.

El escenario de 1,5oC está en “coma inducido”. Según el análisis de Climate Action Trackerla temperatura global ya ha aumentado cerca de 1,2oC y si tenemos en cuenta el cumplimiento pleno de los objetivos presentados por los países a 2030 el incremento de temperatura superaría los 2,4 oC. La senda de objetivos y regulaciones actuales nos llevaría cerca de 3oC.

Los planes climáticos presentados por los países (NDCs) son claramente insuficientes, muchos de ellos son meramente actualizaciones formales cuyos marcos de políticas no respaldan los objetivos planteados. De ahí que se haya pedido una revisión en un año.

La referencia al cierre del carbón, un elemento básico para mantener vivo el escenario 1,5oC, fue a última hora suavizada por las presiones de India y China, acordándose finalmente “una reducción del carbón”. Algo que produjo una fuerte indignación entre los países especialmente vulnerables al cambio climático y parte importante de la sociedad civil que estaba siguiendo la recta final de la cumbre.

Los acuerdos sobre los aspectos técnicos pendientes para implementar el Acuerdo de París (Articulo 6, marco de transparencia…) tienen muchos detalles metodológicos y operativos que habrá que analizar con calma a lo largo de los próximos meses. Este tema será especialmente importante de cara a garantizar la integridad ambiental del Articulo 6.4 donde, por lo pronto ha prosperado la petición de Brasil que permitirá utilizar unidades de emisiones generadas durante la época del Protocolo de Kioto para cumplir compromisos bajo el Acuerdo de París, algo a lo que se ha venido oponiendo durante años la Unión Europea por su potencial impacto negativo en términos de reducciones globales de emisiones y robustez del mecanismo.

Además, todas las cuestiones relativas a financiación climática y apoyo a países vulnerables (por ejemplo, para asumir los costes por “pérdidas y daños” derivados del cambio climático) ha sido insuficiente, siendo una muestra importante de ello el incumplimiento del objetivo que tenían establecido los países desarrollados de aportar 100 mil millones de dólares en financiación para los países en desarrollo.

En definitiva, a pesar de la importancia de los acuerdos alcanzados para seguir trabajando en el ámbito multilateral y de los anuncios y compromisos que se han producido durante la cumbre, todo ello es insuficiente a la luz de una realidad tozuda que muestra los impactos del cambio climático de la forma más descarnada en las comunidades más vulnerables. Se requieren planes de acción a corto plazo y marcos regulatorios que estén a la altura del reto y que ofrezcan las señales adecuadas para poner en marcha a lo largo de toda la economía la transformación necesaria para avanzar en una senda de emisiones que permita cumplir el escenario de 1,5oC y aprovechar las oportunidades derivadas en términos de empleo, sostenibilidad y prosperidad.

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