La transición ecológica necesita buenos indicadores (y el PIB no lo es)

No, no me refiero a que haya que usar más nuestro Barómetro, o el Observatorio de la Cátedra BP. Me refiero a que debemos empezar a olvidarnos del PIB como indicador clave de la bondad o no de la transición. Incluso un plan tan disruptivo como el PNIEC trata de comunicar sus beneficios para la sociedad con el PIB como primer indicador económico. Y creo que esto es un error, por muchas razones.

La primera, y fundamental, es porque el PIB como indicador es incompatible con un desarrollo no necesariamente basado en el crecimiento económico, sino, obligatoriamente, en el bienestar entendido en sentido amplio. Esto por supuesto no es algo nuevo, ni algo que diga solo yo. Hay mucha gente mucho más importante que lo lleva diciendo mucho tiempo. Pero quizá este momento, en el que parece que la necesidad de avanzar en la transición ecológica se consolida, sea el momento adecuado para darle ese último empujón y tirar el PIB a la basura, o al menos, al furgón de cola de los indicadores políticos, que es donde merece estar desde hace mucho tiempo. El caso de Nueva Zelanda es un buen ejemplo de cómo avanzar en esta dirección.

En todo caso, y como recordatorio breve, ¿por qué digo que el PIB es incompatible con un desarrollo sostenible? Porque, recordemos, el PIB mide una parte muy pequeña de lo que contribuye a nuestro bienestar. El PIB (y perdón por la simplificación, que no creo que sea preocupante) sólo mide el valor añadido (fundamentalmente, gastos en empleo y en capital) creado en la economía. Pero se deja muchas cosas fuera, y además, y este es el punto que quiero enfatizar en esta entrada, penaliza algunas actividades esenciales para una transición ecológica de verdad, como son el ahorro energético, y la economía circular.

Sobre las cosas que se deja fuera, no hace falta que me extienda mucho porque ya es muy conocido: el bienestar procedente del capital natural, del capital humano, del capital social, no está recogido en el PIB. Ni siquiera está claro que la nueva economía esté bien recogida. Hacen falta modelos como el del donut, o como el planteado en la tesis de Checa, para evaluar de verdad el bienestar asociado al desarrollo.

Donde sí me quería parar un poco más es en lo segundo, lo de que penaliza el ahorro y la economía circular, porque es algo en lo que creo que todavía no hemos pensado lo suficiente (o algunos sí, pero prefieren no contarlo porque la conclusión no es fácil de asumir).

Y es que cuando ahorramos energía, o consumimos menos bienes y servicios en general, necesitamos producir menos, y eso puede reducir el PIB. No en todos los casos, por supuesto: hay veces que el ahorro de energía requiere de una mayor inversión en capital (que sustituye al gasto en combustibles), y por tanto, sí hay un incremento del PIB. Pero cuando el ahorro viene de cambiar comportamientos, de un consumo más responsable, de bajar la temperatura del termostato, de caminar más y usar menos medios de transporte que necesitan energía y otros recursos…entonces el PIB se reduce.

Lo mismo pasa cuando activamos la economía circular de verdad. Es decir, no sólo la reutilización y el reciclaje, que sí pueden aumentar el PIB, pero no necesariamente reducir toda la energía y emisiones que necesitamos. Por ejemplo, este informe de Material Economics dice que la economía circular nos podría ayudar a reducir la mitad de las emisiones industriales en Europa, y además de forma económicamente atractiva. Pero aquí sólo hablan de reutilización y reciclaje. Para realmente eliminar el resto de emisiones hasta llegar a la neutralidad climática hace falta reducir el consumo, la primera R de cualquier estrategia de economía circular. Pero esto supone reducir la actividad industrial. Y entonces, ¿de dónde viene el empleo? Y no sólo el industrial, sino también el de los servicios que consumen lo que produce la industria.De nuevo, inmediatamente supondrá una bajada del PIB, porque usaremos menos capital y menos empleo.

Es cierto que podríamos pensar que, por ejemplo, diseñar productos más duraderos (y que por tanto nos ayuden a consumir menos) puede implicar más capital y empleo…pero a la vez costarán más, y por tanto supondrán un shock de precios que también reducirá el consumo. Yo al menos no veo forma de salir de aquí, y todavía no he leído nada satisfactorio que me demuestre lo contrario.

Es decir, que si activamos las opción más poderosa y más barata para descarbonizar, como es el cambio de comportamientos y el consumo responsable, nos encontramos con una bajada del PIB (y consecuentemente, del empleo). En el fondo es la misma cuestión que me planteaba cuando leía la economía del donut. Por supuesto, hay que cambiar el modelo consumista (la A del IPAT), porque nuestro bienestar aumentará…pero hay un tradeoff con el PIB y el empleo. Y por ahora nadie ha planteado una solución realista y satisfactoria. Lo de reducir la jornada de trabajo manteniendo el salario no soluciona nada, por ejemplo. La renta básica universal viene a tratar de solucionar esto (asociado más bien a la automatización), pero también tiene muchos problemas (el primero, el respeto a la dignidad de las personas). Y esto es una verdad incómoda de verdad, que tiene dos implicaciones:

– O preferimos no hablar de ahorro o de reducción cuando planteamos estrategias de largo plazo, no sea que alguien se dé cuenta de la reducción de empleo correspondiente (algo que evidentemente creo que es una gran equivocación);
– O nos ponemos a pensar ya cómo arreglamos este tradeoff de forma satisfactoria, y a la vez pasamos a utilizar otros indicadores que reflejen de verdad el bienestar (incluyendo por supuesto la posible amenaza para los empleos, que no se trata de ocultar nada).

El último problema, menos de concepto y más operativo, que tiene el PIB, es que generalmente se considera una entrada o una salida de los modelos que evalúan la transición, pero no se establecen feedbacks muy necesarios, tanto en un sentido como en el otro. Uno negativo es que el me señalaba hace poco Curro Laverón: ningún escenario de transición incorpora el efecto negativo en el PIB asociado al cambio climático (algo que tiene implicaciones también sobre la innovación, como tratábamos de representar nosotros en nuestro escenario de estancamiento secular). En el sentido contrario: si una simulación como el PNIEC supone un aumento (muy elevado) del PIB como consecuencia de las inversiones a realizar para la transición, ¿no habría que incorporar ese aumento del PIB para recalcular las demandas energéticas (y las emisiones resultantes), que seguramente serían mayores que las inicialmente supuestas?

Esto requeriría incorporar el PIB o la innovación como un elemento endógeno de los modelos de transición, algo que hacen por ejemplo Nordhaus o Romer, de forma limitada, y que generalmente necesita de modelos mucho más complejos y por tanto más difíciles de manejar e interpretar. Yo personalmente creo que no es grave seguir dejando estos elementos fuera de los modelos, para poder mantenerlos sencillos, pero siempre que sí los tengamos en cuenta a la hora de tomar decisiones. Porque recordemos que los modelos sólo informan a las decisiones, no pueden ser lo mismo.

Conclusión: el PIB no sólo no incluye toda la información que necesitamos para evaluar la transición, sino que su uso como vara de medir desincentiva opciones muy recomendables. Y además, no sabemos todavía conectar bien sus feedbacks con los modelos de evaluación de la transición. ¿Qué hacemos pues que no proponemos otro indicador mejor ya?

3 comentarios en “La transición ecológica necesita buenos indicadores (y el PIB no lo es)

  1. Magnífica entrada Pedro! Una reflexión muy interesante y sólida. Una aportación puede ser que el PIB refleja la renta disponible, una vez descontados algunos impuestos y amortizaciones. Se me ocurre que al ahorrar renta en la factura de la luz, del agua, etc. por cambios de comportamiento o reducción del consumo que ya no nos hace felices, los consumidores disponen de más renta para otros bienes y servicios. Renta que actualmente despilfarramos porque se trata de consumos futiles, que no aportan bienestar. Esa renta estará disponible para otros bienes y servicios, como por ejemplo, invertir en un sistema de depuración de aguas en el hogar que me permita un huerto o un jardín, pasar un fin de semana de relax en hotel rural, cercano y sostenible, una cirugía estética para llevar mejor el paso del tiempo, pagar más/mejores estudios a mi hija o un coche eléctrico. La transición, al fin y al cabo, implica necesariamente una transformación del sistema productivo: de uno que produce bienes y servicios superfluos o futiles y ciertamente intensos en carbono, que no generan bienestar, a otro en el que se producirían bbss descarbonizados. O puede que ahorremos, aunque esté actualmente penalizado. Lo que está claro es que no podemos dejar de mirar al PIB porque refleja la renta disponible y los ingresos impositivos del Estado!! El debate de sustituir al PIB es rico e interesante, pero el resultado es siempre el mismo: añadir más indicadores de bienestar integral y que los ciudadanos los conozcamos para tomar decisiones más allá de los salarios (donde vivir y con qué grado de contaminación, atención sanitaria, transporte…o incluso qué profesiones elegir). En el fondo, esos indicadores ya los observamos y se reflejan en la renta: vivo en Canarias (peores servicios públicos, salarios, etc. pero con una calidad de vida por ahora espectacular!).

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