Ayer presentamos la decimoquinta edición del Observatorio de Energía y Sostenibilidad en España que elaboramos desde la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad. Un 15 aniversario que también marca el final (por ahora) de este proyecto, que a partir de ahora realizaremos con menos frecuencia. La razón: nuestro empeño en utilizar datos oficiales hace que siempre salgamos demasiado tarde para estos tiempos que tanto valoran la inmediatez.
En este informe analizamos el año 2020, un año muy peculiar, en el que la mejora de la sostenibilidad de nuestro sistema energético se debe fundamentalmente a una mala noticia, la pandemia:
- España mejora en todos los indicadores de sostenibilidad relativos al consumo de energía y las emisiones asociadas en 2020.
- Sin embargo, estos indicadores están fuertemente afectados por la caída en la actividad económica y la movilidad causada por la crisis sanitaria de la COVID-19
- España continúa teniendo importantes asuntos pendientes en materia de seguridad de suministro, transformación del sector transporte y eficiencia energética.
Como en otras ocasiones, copio la nota de prensa a continuación. Podéis consultar el informe completo y los gráficos Sankey que siempre han sido nuestra seña de identidad aquí.
El Informe señala que en 2020 el sector energético español consumió 5,47 exajulios (EJ) de energía primaria y emitió, una vez descontadas las exportaciones, 225 millones de toneladas (Mt) de CO2. Disminuyó la factura energética un 11,1%. Sin embargo, cayó su valor añadido más de un 10% y los costes externos se situaron en un 1,5% del PIB.
La Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad concluye que el año 2020 el sistema energético español ha mejorado en prácticamente todos los indicadores de sostenibilidad asociados al consumo y las emisiones, debido a la reducción de la demanda energética y un aumento del peso de las energías renovables en el mix energético.
Sin embargo, las buenas noticias se deben en gran medida a factores coyunturales tales como el ciclo hidrológico y, muy especialmente, el impacto de la crisis sanitaria sobre el consumo y la movilidad. Esto se hace más evidente cuando se descomponen las emisiones observadas en 2020 según cuatro factores: la eficiencia energética, la intensidad de carbono, el peso de los distintos sectores en la economía, y el nivel de actividad económica. Los resultados muestran que la disminución de la actividad económica junto con una fuerte reducción de la intensidad de carbono de la economía fueron los dos principales factores que incidieron en la reducción de emisiones.
Asignaturas pendientes en materia de sostenibilidad
La dependencia energética del exterior fue superior al 85%, correspondiendo la inmensa mayoría de estas importaciones a combustibles fósiles. La única solución a este respecto es la promoción del ahorro energético, y la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles, cuyos precios y volatilidad están fuera de nuestro control, como nos recuerdan los acontecimientos más recientes.
Adicionalmente, el sector del transporte, pese al impacto de la crisis sanitaria sobre la movilidad, sigue representando más del 35% del consumo de energía final y es el que más emisiones de CO2 causa. Tanto en el caso del transporte de viajeros como de mercancías, el transporte por carretera, menos eficiente y difícil de descarbonizar que otros medios como el ferrocarril, representa más del 90% del total.
El gasto energético español se redujo más de un 11%. Sin embargo, dicho gasto energético no incluye los costes externos debidos a la contaminación o la congestión. Cuando se incorporan los costes externos de la contaminación, el valor añadido del sector energético español se reduce en gran medida, ya que éstos alcanzan una cuantía de un 1,5% del PIB.
Finalmente, el informe analiza la evolución de los indicadores de pobreza energética entre 2019 y 2020. Los indicadores basados en ingreso-gasto muestran pequeñas variaciones en 2020, por lo que parecería que, a pesar de la situación de pandemia y confinamiento sufrida en 2020, los daños en lo que a pobreza energética se refiere fueron limitados. No obstante, cuando analizamos los indicadores subjetivos, como el retraso en el pago de las facturas energéticas o la incapacidad de mantener una temperatura adecuada en el hogar, el porcentaje de hogares en situación de pobreza energética habría aumentado notablemente. Por último, es importante señalar que los indicadores de pobreza oculta, i.e. la relacionada con el gasto insuficiente, el porcentaje de hogares en riesgo de pobreza energética aumenta considerablemente respecto a otros indicadores. Este dato nos alerta sobre la importancia de atender a esta dimensión de la pobreza energética. Por ello es necesario monitorizar y contrastar diferentes métricas y metodologías en la medición la pobreza energética.
Retos del actual modelo energético español
Vivimos tiempos excepcionales en el sector energético. A un año 2020 condicionado por la pandemia y los confinamientos ha seguido un 2021 en el que se comenzó a fraguar una invasión de Ucrania con muy importantes consecuencias para la energía. Todo esto ha hecho que los retos a los que hemos debido enfrentarnos hayan sido más urgentes y de corto plazo, y que algunas reformas y actuaciones de más largo plazo hayan quedado en cierta medida aparcadas hasta que vengan tiempos mejores. Es el caso por ejemplo de la reforma fiscal, tan demandada desde esta Cátedra, y que, a pesar de la publicación del Libro Blanco en marzo de 2022, será difícil de implantar en el contexto actual de precios elevadísimos de la energía.
Sin embargo, la urgencia y la excepcionalidad de algunas de las medidas necesarias en este contexto no debe comprometer la también imprescindible actuación en el medio plazo. Como ya apuntábamos el año pasado, sigue siendo imprescindible desplegar políticas inteligentes y ambiciosas que envíen las señales adecuadas a los inversores y consumidores para descarbonizar el transporte, los edificios y la industria, para diseñar un sistema eléctrico descarbonizado pero seguro, y para proteger a los perdedores de la transición.
En este sentido, el año 2021 no ha sido particularmente positivo, en parte por las circunstancias mencionadas anteriormente. Aunque compartimos la necesidad de establecer medidas excepcionales para proteger a nuestra economía de los altos precios energéticos, creemos que estas medidas deben diseñarse cuidadosamente para proteger a los que realmente lo necesitan, y sin perder las señales esenciales para la operación e inversión correcta en nuestros sistemas energéticos, alineadas con la transición climática.
De nuevo, todo ello requiere visión de largo plazo y la búsqueda de un consenso social lo más amplio posible, al que animamos y queremos contribuir, como siempre, desde la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad.